Según Datos de BICS las Perforaciones Coronarias Durante PCI son Raras aunque Arriesgadas


Un análisis de la base de datos de la Sociedad Británica de Intervenciones Cardiovasculares (BCIS) revela, por primera vez, a escala nacional, tanto lo raras como lo arriesgadas que son las perforaciones durante una PCI (intervención coronaria percutánea).

Las perforaciones sobrevinieron en solo una fracción de los casi 530.000 casos realizados en Inglaterra y Gales entre 2006 y 2013. No obstante, cuando lo hicieron, el riesgo de los pacientes de sufrir episodios adversos intrahospitalarios tales como reinfartos, ACV y hemorragias aumentó pronunciadamente, así como las probabilidades de fallecer al cabo de 30 días y hasta 5 años después de la PCI.

Refiriéndose a las perforaciones como “probablemente la peor complicación a la que nos enfrentamos,” el autor principal Dr. Tim Kinnaird (Hospital Universitario de Gales, Cardiff) dijo a TCTMD que resulta crucial para los intervencionistas estar preparados para tratarlas cuando estas sobrevienen.

Aumento de la Mortalidad por 5 a los 30 Días

Kinnaird et al identificaron 1.762 perforaciones coronarias registradas en la base de datos de BCIS, lo que supone un 0.33% de las 527.121 PCI realizadas. Aunque no importante, sí se observó una cierta tendencia más alta año tras año durante el período del estudio de 8 años de duración, aseguraron los investigadores, lo cual sugiere que podría estar asociado a que cada vez se realizan PCI más complejas en poblaciones más envejecidas.

Los predictores independientes de perforación fueron: la edad, haber sido sometidos a una intervención CABG (bypass aortocoronario con injerto) en el pasado, la oclusión de tronco coronario izdo., el uso de la aterectomía rotacional y la presencia de oclusiones totales crónicas (OTC). En cambio, el sexo varón se asoció a un menor riesgo de perforación.

Intrahospitalariamente, los pacientes que sufrieron perforaciones tuvieron 13 veces más probabilidades de sufrir MACE (episodios cardiovasculares adversos mayores) y 20 veces más probabilidades de sufrir hemorragias que los que no sufrieron dichas perforaciones. El riesgo de reinfartos, CABG de emergencia, taponamientos y ACV también fue elevado. La cirugía de emergencia se hizo necesaria en el 3% de los casos.

Al cabo de 30 días, el riesgo de fallecer aumentó en casi 5 veces en los pacientes que sufrieron perforaciones. La carga de mortalidad se mantuvo hasta pasados 5 años, cuando los pacientes que habían sufrido perforaciones tenían un riesgo un 37% mayor que los que no habían sufrido dicha complicación. Los predictores de mortalidad a los 30 días en el grupo con perforaciones fueron: la edad, la diabetes, los antecedentes de IM, la enfermedad renal, el soporte con ventilación, el soporte circulatorio y el uso de inhibidores de la glucoproteína IIb/IIIa.

Estar Preparados

Kinnaird dijo que el mensaje más importante que nos deja el estudio es que aunque muchos predictores de perforaciones se asocian a los propios pacientes, como por ejemplo, una mayor edad y el sexo femenino, buena parte del riesgo se debe a la complejidad de la PCI en cuestión, algo que puede resultar difícil de anticipar. “A veces ves que va a ocurrir una perforación, pero muchas otras no las ves venir,” dijo. Cuando sobrevienen, “se pueden hacer muchas cosas muy rápidamente para paliar sus efectos.”

Para algunos operadores familiarizados con perforaciones, como los que realizan PCI en OTC, “estas complicaciones no son les parecen tan difíciles de gestionar,” observó Kinnard. Para otros, no obstante, “tener un plan claro en mente y contar con las herramientas y equipo adecuados en el laboratorio de cateterización para arreglar el problema…es importantísimo para poder abordar lo que nuestros datos nos dicen que es una complicación catastrófica si va mal,” explicó.

Las herramientas específicas varían en función de si la perforación está provocada por el alambre-guía o por el balón. Los drenajes pericárdicos son “bastante efectivos” y, en ocasiones, necesarios, dijo Kinnard, pero acarrean el riesgo de comorbilidad. Otras opciones son usar diferentes tipos de materiales tales como coágulos sanguíneos o tejidos adiposis para embolizar las perforaciones, o bien colocar espirales o coils, dijo. “Creo que estar familiarizado con todas estas técnicas para poder hacer frente a diferentes tipos de perforaciones es muy importante para los operadores que tratan a pacientes complejos.”

Una perforación es una complicación tan rara, de hecho, que los dispositivos utilizados para tratarla pueden caducar, dijo Kinnaird, bromeando con que el destino final más habitual de los stents recubiertos del laboratorio de cateterización suele ser “el cubo de la basura, porque todos terminan caducando.”

“No obstante, es un equipo que hay que tener disponible por si acaso,” dijo.

Al ser preguntado si la incidencia de las perforaciones podría seguir aumentando con el paso del tiempo, sobre todo con la llegada de los andamiajes bioabsorbibles (BRS), Kinnaird dijo que no se puede saber aunque es posible. “Una de las cosas que los partidarios de los BRS nos han enseñado es que hemos de ser muy agresivos durante la preparación de la lesión” con estos nuevos dispositivos, advirtió, añadiendo, “no cabe duda de que en nuestros datos, cuanto más grandes fueron los balones y más largos los stents mayor fue la incidencia de las perforaciones…el tiempo dirá.”


Fuente:

  • Kinnaird T, Kwok CS, Kontopantelis E, et al. Incidence, determinants, and outcomes of coronary perforation during percutaneous coronary intervention in the United Kingdom between 2006 and 2013: an analysis of 527 121 cases from the British Cardiovascular Intervention Society database. Circ Cardiovasc Interv. 2016;Epub ahead of print.

Declaraciones:

  • Kinnaird no declaró conflicto de interés alguno.

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Caitlin E. Cox is News Editor of TCTMD and Associate Director, Editorial Content at the Cardiovascular Research Foundation. She produces the…

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